Fui un misterio, desafié el espacio
bajo las aguas del vientre de mi madre,
nadaba con el Invisble.
Me signaron como a León Felipe las letras "y me sé todos los cuentos", y por parte de mis padres heredé las cuentas;
al año quebraba porcelanas con gran placer como me gusta quebrar ídolos mudos;
a los dos años, la caída por las escaleras y el andar a tientas. He sido frágil y vólatil como flor de primavera.
De los tres me queda una sombra, una cicatriz. Y me persigue una mancha negra.
Creo fue a los cuatro que hice mi primer negocio: bailar por doscientos pesos. Bailar puede traerte problemas y algunos premios. Ahora, unas canciones me hacen pensar en mi recorrido y no sé si caí en el fondo de un recuerdo.
A los cinco me hicieron broma con el pan de cincuenta y a los seis con un paseo;
algunos me han visto como conejillo de indias.
Declamé "alondra, alondrita", mi marido declamaba y me dio tres vueltas, y me dejó girando con su ausencia.
Tuve resabios con la comida, ahora estoy como Elías, esperando alimentos de los cuervos.
Dos maestras se unieron y compraron gaseosa y reinas para celebrarme los seis, debieron ser extraterrestres. Solo los que no son de este mundo me comprenden. En casa hubo un regalo sorpresa: la muñeca y los pañuelos aromados. Amo todos los regalos y mi nariz busca las fragancias que causan delirios, aun no sé a qué huele ese hombre que a lo lejos pone la música.
El día que se fue la luz en la escuela, me signó el beso robado de un niño necio, pienso en Sor Juana, en los lugares oscuros que nos hacen declinar y en una boca esquiva.
A los siete, ocupé un segundo lugar en la escuela, pero más me gustaba salir por champús y papa rellena.
Hacer amigas de juegos en la playa es bueno, tan bueno como conocer dos bisabuelas.
A los ocho, los fraccionarios y la historia ahorraron a mis padres el curso de tercero, los números han pagado muchos gastos pero se gasta mucho tiempo.
Pasé a cuarto y fui una princesa con el vestido hecho por mi tía, recogí fondos para ganarme la beca.
Estuve en peligro de muerte con la cara hinchada, otros días con el alma henchida de turbulencias y mi madre al pie de mis batallas.
Tengo una hermana madre y tengo una hermana hija.
A mis nueve, un día fui maestra; y dos días después de ir al circo, fui huérfana.
Antes de los diez concluyó mi infancia, por eso tomo luz de los ojos de los niños, leo para que no se pierda la inquietud y me deslumbra el de mirada inocente y de manos tersas; me quedé en los asombros y no crezco, no me interesa mientras me siga impulsando a solas en ese columpio que me eleva.
Me quedó el gusto por los patines, las veintidós muñecas, la cocinita con pilas y el timbrar en los apartamentos y salir corriendo.
Es bueno huir de vez en cuando y esconder el corazón todos los días en el vientre primigenio.
Abril 30 2024