Es pesado saber que dejaste la ciudad para mi cumpleaños, y del tranvía se siguen bajando pasajeros desconocidos.
No quiero enredarme en esas músicas que me mantenían debajo de los puentes
como buscando llamar la atención en la pista improvisada cerca de una gran avenida.
Me haces soñar pero no te percatas cuando las palomas que comen de tu mano arrancan a volar.
Oigo ese aguabajo que recuerda la diáspora africana, me detengo en la marimba y sin embargo; tu recuerdo es mucho más suave y tu voz es clarinete, empalaga.
Viene tu imagen exquisita y firme como la ópera, con la sensibilidad de Andrea y la fuerza de Luciano;
en mi mente Lara canta "Je suis malade" veo patinar a Evgeni, y pienso en lo enferma que he estado de ti, perdí la batuta.
A veces, en este insomnio, te requiero, como se requiere el ronroneo de un gato con manchas en su cara, que sale a protegerte en una noche solitaria sin importar el viento frio de primavera.
Mis perros también cantaban alguna balada, le hacían coros a Leidy.
Yo que no sé de partituras sigo buscando los silencios, a ver si en una pausa me llamas por mi nombre. Entre tantos amaneceres y algunos grillos, seguro lo has olvidado.
Oigo las gaitas y el rumor de Totó; la marea está baja, el tamborero se ha detenido en esta playa, y sigues tu camino lejos de mi mano.
Suena "Serenade", e imagino tus manos sobre el piano que reposa en la salina brillante de la melancolía donde danzan los flamingos. También tengo dedos largos para buscar las notas negras sobre tu pecho.
Debes saber que en esta orilla coreo "Leve Palestina och krossa sionismen", así es mi dolor sin querer oír el bombardeo ni devolver el daño.
¿Sabes acaso si podremos coincidir en esas ondas de la estratosfera?
Podría oír cantar al universo si tuvieras la otra punta de mi hilo rojo.
Abril 23 2024
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