Tu luz está a la puerta,
tus llanuras retornarán a las manos de los desplazados,
la danza salpicará las calles de alegría;
y serán los cuervos que alimentaron a Elías, quienes te indicarán el camino de la cosecha.
Se avecina una lluvia limpia
de todos los llantos que acumulaste;
por cada gemido en la sangre,
por cada palpito de angustia
vendrán tiempos floridos.
No busques en los dioses de barro,
no pienses en las cruces que clavaron en tus fronteras,
en los alambres invisibles en que tropezaste,
-tu bandera despedazada ha conmovido los cielos-.
Ya no dudes poniendo tu mente en los sortilegios,
que tu estómago se cerró por el hambre,
que coartaron las voluntades de los hijos,
que se cansaron de dar vueltas en el desierto,
que te engañaron dándote ropa de mendigo
-ningún perro lamió tus llagas-,
que hiciste filas largas y no hallaste el aceite;
aunque te sientas un arbusto sembrado en un campo inmenso,
será tu moral de roble y de cedro.
Los presos saldrán a recoger las gavillas,
ya no verás la mirada desorientada de los recién nacidos, viene una generación aguerrida;
y no te creas carne de carroña,
que eres ofrenda viva,
holocausto de amor aromado con especias finas.
¡Tu Luz está a la puerta!