I.
Ahora que venciste mi sueño
e hiciste rendir mis rodillas
para comer la merienda de la tarde
sobre la manta tejida de arabescos;
déjame besar tu fractura de obsidiana,
untarte los ungüentos ancestrales
de sábila y caléndula.
II.
Ahora que quitaste la tierra de mis uñas,
tapaste el hoyo donde guardaba mi cabeza
para ungirme con esencia de naranja;
déjame secar el rocío carmesí
que corre por tu rosa,
sacarte las espinas con crema de amapola,
tatuarte la frente con mis besos.
III.
Ahora que puliste mi utensilio,
enceraste las hojas de mis plantas,
luciste tu reflejo en los cristales;
déjame hornear las galletas,
esparcirles mermelada
para que se vaya lo agrio de tu boca.
IV.
Ahora que me entretejes en el vientre,
que no necesito las gotas de equinácea
para sanar mis alergias;
déjame palpitar en tu aliento,
sustentarme del plantío primigenio,
cruzar los pies y dar brincos de júbilo.
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