La palabra áspero: raspa, desvela,
devela el corazón sin luna,
flaquea hasta la marea
por exceso de sal marina.
Desasosiego agota,
pega la piel al hueso,
hace brotar frutos pasmados
de semillas muertas.
Agobio corre con ansias
y duele: la falta de oxígeno,
una esperanza descolorida,
una puerta que se abre hacía la nada.
Depresión nació hundida,
aprieta el botón y desespera,
vomita las espinas del pasado
que acorrala y secuestra el mañana.
El rencor da muchas vueltas,
agota al que lo carga,
desde dentro lanza un agua turbia
que mancha la mirada.
Huyo de hipocresía porque pesa
como bultos de metales oxidados
que suenan a risitas de burla
y puñales crueles de espanto.
¿Qué dirá entonces mi epitafio?
Que busqué a amor, el curioso
al que no estorba el pintalabios,
que busqué sus alas blancas
donde rabia ni apatía entran,
donde las flores saben a melaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario