Esferas escarlatas enmohecen
destellos de sol sobre la leche derramada
-bramidos de sal y limón
en la zanja abierta de la arena-
¿Quién le hizo comer ese alarido
de camello con su joroba abierta?
Mantas ocres cubren la flor
incipiente del verano,
pétalos de sudor en el desierto
y los pies hundiéndose
en la hipocresía del mundo.
La nostalgia tiene el cosquilleo
de las dunas (siempre heridas).
¿Acaso puede haber nostalgia
del mañana, del olor a tortas
proveniente de los grandes hornos,
cuando la ausencia se aproxima
certera a la hora del desayuno?
¡Aprieta bien los ojos,
por si llegas al cielo primero!
Aprieta tus delgados nudillos
que es posible que tus manos vuelen
hasta la frontera trazada por tulipanes;
aquí saboreamos la muerte
como cubos de hielo, los que creemos
en los banquetes celestes.
Los que huyen en tumulto les cuesta congelarse;
los empujones hacen que amen el exilio
mientras se dibuja una caricatura agreste.
¿Han nacido para ampararse
en las gotas escasas de la lluvia
que recogen en tinajas?
A los poderosos no les disgusta
que bebamos el agua turbia,
ni usemos el velo cegador de la ignorancia;
cada vez más nos azuzan en la olla
para que no salgamos de ella ni en burbujas.
También nací en un país de procesiones forzadas,
conocí el camino de mariposas negras
tatuadas en las piedras que nos cuelgan del cuello.
Río abajo, río arriba, los encontramos:
-Mucha claridad mojada para tantos escombros
que de tanto herirnos nos suturan-.
La orfandad tiene rostro de papel corrugado.
Ven, bauticémonos Lázaro a ver si resucitamos;
a ver si cambiamos esta masa de incertidumbre
por el Pan de la Vida, nosotros que comimos
la vieja levadura, que dormimos con sed;
a ver si nos miramos con la contemplación de los niños,
y no con la larva que carcome los ojos.