Reaprendo el graznido de las aves,
no me anuncian la partida de nadie,
vinieron a quitarle el festín a la parca;
el aire que me faltaba ha empezado a fluir.
Los profetas me hablaron al oído,
me entregaron el mapa para recorrer el día
que esclarece poco a poco los sueños;
pasa el tiempo susurrando sus saetas,
y antes que toque mi diana canto un himno.
El poeta rompe el miedo con sus epístolas,
crea ondas luminosas mientras nazco de nuevo,
sin orfandades que me nombren,
sin cadenas ancestrales de iniquidades.
Un efluvio de oro recala en mi pecho de hierro:
tu voz ha traspasado mis sienes;
domas al animal bajado del barco de los abismos;
me vuelves florecilla de tu girasol.
Buscaré mi éxtasis en tu guarida de raíces profundas,
te quiero tan dentro y tan fuera
que tu halo imprescindible me haga sombra;
frente a ti no hay jaque mate:
solo soy parte del juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario