Aromado rastro de la escarcha, en octubre,
un monolito se derrite
y es dorada ofrenda de maíz nativo;
un fósil de caña renace hinchado en algodón.
Oscuro y profundo el chocolate
deja su amarga crisálida
para fundirse en la miel que empalaga
hasta que saliva la entraña.
Chispas de canela explotan
en los labios acuosos,
como un picor de jengibre en las papilas.
¿Llamaste a los vientos que despeinan el Sahara?
Trajiste un incienso de Petra
y la mesa estuvo dispuesta para darnos
de las ovejas el cobijo.
Nada astilla más que el rumor
de un invierno sin ti.
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