sábado, 6 de septiembre de 2025

El viaje

 



Me envió una foto antes de aterrizar el vuelo,

me dijo: ¡así estoy!

(hombre de mirada triste,

con camisa oscura,

luchando contra el ansia

de las rutas del mundo).

Cuando tomo la foto en mis manos

quiero besarlo,

sus labios se fueron haciendo finos

con los años y mi boca necesitaba esa prenda,

labios que eran cosa delicada y exquisita,

entre la guama, el níspero y el mango.

Vuelvo a la foto de la embarcación naufragando,

de los destrozos en la mirada,

restos del mar,

de las cosas que calló para el mundo 

menos para mí.

De él conocí cosas que no me es lícito contar,

y lo que vieron mis ojos

entre los puentes del delirio

y la complicidad.

Partes de mí tenían su nombre

sus gestos, su aliento,

sus coordenadas;

el jugueteo de las tardes,

el deslizarse en los contornos.

Se fue volviendo apacible:

garza blanca en la llanura;

sonreía y se desabrochaba la camisa

mostrándome el pecho,

me hacía reír

y yo me recostaba en él

como si fuese parte de mi reposo.

Le gustaba tomarme fotos,

y se fue llevándose mi risa

sin saber que yo no iba 

en el mismo vuelo.

Solo me queda la foto triste

antes de reescribirnos

que quiero besar,

pero no hay piel,

ni aire, ni palpitación de alas,

ni pasaje de regreso.

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