Festeja el Amazonas con sus ondas el nado del jaguar,
eco de una galaxia que resplandece en el bosque.
La anémona busca en la roca su álgida estación,
y se hace mar su afilado rugido.
Herido a dentelladas por los siglos,
ruega el fósil al ópalo su venda.
Insípidas las carnes claman la vendimia de la sangre
para empaparse de su brillo carmesí.
El oso polar sueña su balsa de cristales de hielo,
como el vapor del cenit piensa en la rosa más alta.
Y mientras tanto yo, bellota en tu dehesa,
me aferro a tu encina para conjugar tu verbo,
tú mi tragaluz, mi fuente sanadora.
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