jueves, 17 de abril de 2025

Adán

 Mi nombre es hombre fuerte, amante experto, ser de la tierra.

Soy libre y busco mi propio viaje, exploro el anillo en el insecto, recuerdo con claridad los lunares de la piel de luna.
He bendecido el mestizaje y me he perdido en los ojos inocentes de un gran territorio. Hubo para mí un lugar favorito, uno noble y paciente que me recordaba mi principio de polvo, y vivía atento a la novedad de cada poro abriéndose con el refulgir de vapores.
Los niños que no tienen prejuicios vienen a mí, abren su almud y me comparten sus semillas, saben que otorgo libertad y juegos apacibles.
Soy Adán, y fui treinta y tres vértebras pensando como cabeza, y soy cabeza gobernada por la deidad. Aprendí de cortezas y de frutos espinosos hasta fortalecer mis manos y dejar de temblar; pero aún tiemblo con los labios de aquel astro que descendió y se me puso en frente como un milagro, aún mi boca guarda el salar y me queda la quemadura.
Traigo llagas que arden como piedras volcánicas y van tomando formas hasta brillar y dar matices conforme al ambiente. Llagas en las que sembré mis árboles para dar frutos exentos de irreverencias. Y las aves me esperan, como me esperan aún los que no saben manejar su orgullo. He debido tender la mano a los que carecen de entendimiento. Pero de mí nada procede, ni la inteligencia ni la sabiduría.
Y me sacio en medio del mar, de aquel pozo donde debo traer mi agua, y me he regocijado en todas las aguas limpias que me edifican. Soy la cuarta parte de la columna de agua que sostiene al mundo, soy palabra y a la palabra vuelvo como oxígeno y sangre, como hueso y músculo.
Soy Adán y Karl, pero Dios me hizo mujer.

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