Y tu espalda fue la calidez que me volvió la vida
Ese latir tan fuerte entre mis manos
Ese estar así tranquilizados
Es un rompecabezas de delirios tenues
Abrazarte y pensar que solo tú y yo
existimos en el universo intenso de tus ojos.”
J. Fausto González Martínez
Pegado a mí, habiéndome de ti llenado
de tus delirios premeditados,
tomabas brasas en tus manos
para limpiarme del tiempo huraño.
Llegado por mi espalda como una manta
me refugiaba en la esperanza,
en el eco de tus risas
como el infantil coro que acaricia.
Recogías el universo, lo extendías,
me plegabas en tu cuerpo, me entendías;
fuimos aspas en el viento
sin rompernos, viviendo en tu aliento.
Fuiste vida, como aves en huida,
fuiste el silencio en mi algarabía;
fui la columna de tu techo;
la oruga que pintabas en el lecho.
Y quedó el olor intacto en tu camisa,
el almizcle que subió a mi cornisa;
el humo que ascendió en la chimenea,
las huellas de carbón de nuestra hoguera.
Me recosté a la sombra de tu higuera;
desesperaba cuál Jonás bajo la calabacera
porque un momento sin ti me sofocaba,
me era asfixia no encontrarte en la mirada.
El pavo real despliega hoy sus plumas,
es arrebol en el tiempo de la bruma,
y coronado en el amor vuelve a su nido,
no sin antes dejarme su latido.
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