Homenaje al Pintor Omar Rayo
El toro imponente camina hasta la plaza
frente a la muchedumbre que teme su presencia
contempla erigida su estatua y sonríe
luego sale a la carretera donde se detiene
herido de amor y de dicha, a dormir su siesta
en brazos de la doncella que le carga su cabeza.
Un joven dobla y desdobla con sus pinceles
retazos en que guarda el nacimiento del arco iris
sobre la mesa del cuarto oscuro
-un pequeño lienzo multicolor se ilumina
en la pared, cual ventana abierta para siempre-.
El parque y las calles del centro del pueblo
se inundan con agua limpia y tranquila
a la hora de pintar los arreboles desde arriba.
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