Quiso hacer milagros,
curar enfermos,
levantar muertos;
le hicieron dudar que podía
por ser pobre y ser noble.
Pero habia fiebre en sus manos:
sus palmas hechas de brasas,
sus dedos de suave ceniza,
ninguna nieve le enfriaba
tenía el magma, la lava
capaz de sanar mis llagas
de piedra volcánica.
Llegó hasta mis colinas
y todo le pertenecía
por tener la sed del pobre,
por tener la nobleza del vino,
me trazó un río.
No sé si procedía del norte
de una cultura de oriente,
parecía era anacoreta,
y yo ermitaña de otro
extremo de la tierra.
Un día en sus manos
ocurrieron milagros.
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