Quedan cenizas mojadas después de la fogata,
el sabor del malvavisco en la boca;
las ropas empapadas por la lluvia repentina,
y los ojos hinchados;
el eco más sonoro en la casa,
y en el campamento las manchas de hierba y tierra,
el petricor que tanto amabas.
Quedan los trinos en el bosque,
los aullidos de los lobos,
un lago verde donde graznan los patos;
el otoño crece dentro de nosotros
con sus naranjas y sus ocres,
y la raíz amarga del desconocimiento puede herirnos demasiado;
se han roto la brújula,
y el reloj de tu boca cuando me citabas;
otros han pisado nuestras huellas,
las calles han olvidado nuestro vuelo,
en la avenida hacía el mar
otros derraman su éxtasis.
Queda el fantasma de la risa
en las ondas azules de la piscina de aquel hotel;
en cada canción algo desafina;
nadie más dirá que estuvimos locos,
ni que fuimos niños ingenuos
jugando a descubrir el mundo.
En la memoria queda la prenda
de seda que ha perdido un par de hilos,
se resiste al olvido;
y en la maleta, tu pijama nuevo,
el frasco de fragancia fresca,
las semillas de las granadas.
Queda la incierta sepultura;
y mi vida volando hacia tu vida,
y tu vida aquí en mis latidos.
El invierno arremetió con más fuerza
después de nosotros.
8 y 9 de julio 2024
Después de leer el poema de Ligia Gómez "Nostalgia... Cuando lastimas"
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