sábado, 23 de diciembre de 2023

La Luz no envejece


"La luz no envejece"

Aquel amanecer donde tú estás limpiándome,

como se lava a un moribundo,

como saca de un coma profundo,

la agonía, el sufrimiento que suele heder. Ese dolor de desprenderse de la materia,

esa necesidad de volver a nacer,

ese cultivar lo incorruptible;

y tú tan paciente esperándome.

Voy a tu luz que no envejece,

voy a tus brazos a envilecerme

con ese canto que hizo un rey.

Voy a dejar mis ropas ásperas mi desnudez,

dejaré de rapar mi cabeza también;

los escalones veo a mi paso

y que tu luz sea mi lazo

para asirme de tu esplendidez.

Quiero mi llave para tu puerta,

y ese corazón que me traes en tu bandeja;

quiero olvidarme de la basura

que me tenía en sepultura.

Debo sacar de mi alacena

la comida echada a perder;

debes barrer muy bien mi casa,

sentarte en mi mesa,

y en tu infinito fuego ponerme a arder.

Voy a tu luz que no envejece,

voy a tus brazos a envilecerme

con ese canto que hizo un rey. 

martes, 19 de diciembre de 2023

Visiones antiguas I



Sumer

(Abram)


Rozas con tu sandalia la hierba crecida de los humedales,

peregrino de larga túnica y báculo.

Tu mano fuerte tiene el anillo de los patriarcas,

guías al séquito y apacientas las ovejas;

siempre habrá un abrevadero para esta sed.


¡Oh, benditas tus barbas blancas!

Tus mejillas son ciruelos cortados,

y en tus labios hay una profunda esperanza.


¿De qué era de oro has venido?

¿Quién puso aquel aliento en tu sangre

perpetuando las alas de la libélula?


Lejos de los pedregales, la piedra habla;

atrás quedaron los peldaños del Zigurat

y los trozos de madera que conducen al abismo.


Bendito el misterio de llevar

los cuatro ríos en el corazón.





Edén

(África)


I

Alrededor del bosque tropical,

tus hombres delgados, de torso desnudo, reposaron;

la abuela, de pechos caídos, cargaba a los nietos; 

en ellos no hubo malicia, 

ni tiempo que les envejeciera.


II

No existió humo de sabio que te advirtiera

del sol quemante sobre tus orillas;

la piel con sabor a manglar y a sal;

el doloroso tueste del café;

las grietas por las sequías.


III

Como florecilla cayendo sobre la grama,

volverá a ti la sustancia primigenia

a cerrar las fisuras de los azotes

en tus espaldas fuertes;

a sanar las magulladuras de tus pies, 

porque en tus pies caminó el mundo.





Jardín del Edén

(posiblemente ubicado donde está en Golfo pérsico)

I.

Soy la monstera deliciosa,

mis dedos se hunden en la tierra más fértil

para luego pintar el cuerpo de Adán;

Él pone hierba en mi cintura,

y en mis caderas no hay vergüenza;

nuestras guedejas sudan amores.


¿Podré peinarme como una doncella

con filamentos de plantas?

Mi amado tiene el cabello ondulado y castaño 

como la corteza de un árbol frondoso

sedoso como el más sutil de los vientos


Sobre nuestras pestañas ha caído

el rocío cristalino de la inocencia

y somos como los que sueñan

con las nanas para los recién nacidos.


II.

¡Oh, dolor de parto y de hijos perdidos!

¡Oh, dolor de muerte nos ha sobrevenido!

La tierra fue herida con la cizaña;

la víbora me tendió lazo,

raspé mis rodillas.

¡Ay! ¡Adán, solté tu mano!

III.

Bebí la cicuta

y pesaba en la entraña;

parte de mí fue lodo, 

parte de mí algodón.


El lienzo fue recogido;

el mar embraveció las aguas.


Al cruzar la puerta

sentí los pies descalzos,

las enredaderas;

hasta el amado dolía.


Fue sobre Adán

aquella cicatriz con puntos de sutura;

diariamente le limpio la sangre que arde 

sobre la tierra pegada a la piel.



La sombra de una mano sobre el arcoíris

(Salomón)


¿A dónde tu corona real 

de forjado amanecer brillante y piedras preciosas;

tu túnica de seda aperlada, brocada, 

y cintas rojas?


Tus pajes de trajes blancos

son plumas mecidas por el viento. 


La cocinera corpulenta y las doncellas

que le asisten cubren su cabeza,

preparan tu banquete en bandejas de plata

y disponen los cubiertos de oro,

como plantas enceradas de verde intenso

en el jardín de los aromas.


Ha caído la noche, y a la luz tenue

de una vela egipcia se vislumbra

la puerta abierta de un aposento;

la sulamita de cabello ondulado reposa

sobre cojines azul turquesa con borlas;

ella es la maja de un mortero

machacando el cardamomo

y en cada epístola saca de ti

el fino aceite del sésamo.




Un rey acompañado de sus siervos

pacta contigo, te otorga la hija 

que no se atreve a mirarte a los ojos;

y tú te debilitas cuando se deshojan las rosas.


Antorchas iluminan el pasillo,

los grillos cantan;

y cada esencia de mujer

se mezcla con el aire gélido 

formando un vaho en el espejo;

los vestidos reales se rasgan.

¡Ay, de ayes, las manos pequeñas 

que ruegan el deseo de tu pecho cansado!

Te han fatigado, te han vuelto ecléctico.


Sobre el escritorio, las peticiones

que llevan tu sello;

y el observar todo aquello que declina:

la vegetación de tu patio,

los jóvenes mareados, 

la espada ensangrentada del soldado.


Y olvidaste la madera hermosa

con largas vetas del sándalo

el esplendor del templo

la gloriosa virtud de los cielos.


¿A dónde la dignidad de tu fama,

la medalla dorada colgada en tu cuello?

Traes el pañuelo púrpura en tu mano

para limpiar el sudor del desaliento.


¿Perdiste la camisa por esos reptiles,

doblaron tu capa?

Caen lágrimas de tu alma compungida

por cada estatuilla de arcilla y de barro;

quieres ser de nuevo el musgo

que absorbía el agua de misericordia;

y sujetarte de la raíz primera,

la que reverdece a Aarón su vara;

tu llama languidece.


Duermes en la sala esplendorosa;

los varones gimen por la efímera grandeza,

las concubinas se vuelven a sus cámaras.

Tus músicos tocan arpas y salterios,

tus cantores cantan endechas. 


El caballo bermejo llora,

tiene un lamento en su mirada;

los jinetes limpios se desarman.


La mano justa vino a hacerle sombra

a la esquina de tu arcoíris.


Tribulación II

Julio 15, 16 2025 El núcleo de detiene y gira a la inversa enredando los hilos en el corazón  La mujer del cuadro se desdibuja ella hizo con...