¿Cómo te explico?
Descanso en tus besos inocentes, de labios finos
que se van escondiendo con los años,
y conservan la frescura del día primero
en que nos soñamos,
borrando de la memoria las flores mustias,
los amores ariscos,
los puentes quebrados de discordias pasadas.
Tuviste la paciencia de mirar la carne
delicada entre las piedras;
de soportar el dolor de los trenes sin regreso;
de mirar como se incendiaba mi libro mojado,
se rompía, se iba deshojando,
pendiendo de hebras de hilos,
y esperaste el día para reescribirme
con esas letras en forma de llamas.
¿Cómo me explico?
Tus ojos entrecerrados cuando sonríes
y parece que me amas entre madreselvas, geranios, y colibríes;
tu aroma se torna claro y firme como la tierra fresca empapada de la extraña lluvia limpia,
en esa aproximación para sentir tu vida.
Tu sombra, sombra inmantada,
me empuja, me llama, me impulsa a seguirla al alba y en la noche esplendente;
respiras cerca y aun dormido,
te escucho componer el verso noble y sencillo que suaviza dentro,
la melodía de una ronda inacabada.