para llevar la sal a cada orilla,
ese beso fuera un pájaro alimentando las crías,
se amaría el esfuerzo de las hormigas,
y dejaría de admirarse a los que tienen las primicias
y aún velan la carroña.
Cuéntame de la silla en que te sientas.
Pequeña es la dádiva de un rey
ante la mano generosa de quien sacrifica
la despensa insuficiente para todos.
¿Sobre cuál sueño acuñaste la herida?
la sangre mi hermano también limpia,
y el labriego gozará mirar su siembra digna
como el carpintero convive con la astilla.
El avaro no guarda llaves para abrir sus prisiones,
ni sus reservas le extenderán su existencia.
Los ambiciosos tienen quienes abran sus cárceles,
lo dicen las cláusulas en letra pequeña de los contratos,
mas la enfermedad molerá sus huesos
que creen columnas imbatibles;
el oro del saqueo no cabrá en sus tumbas,
sus juicios a los condenados los condenan.
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